Entrevista de
Elvira Concheiro a Adolfo Sáchez-Vázquez
¿Cuáles son tus
primeros recuerdos de España, de tu familia?
Bueno, empecemos
contando algunos datos sobre mi infancia y mi juventud. Nací en
provincia, en Algeciras, provincia de Cádiz. Algeciras es una ciudad
casi fronteriza con Gibraltar, colonia inglesa. En aquella época,
era una ciudad muy conflictiva, por el contrabando. Mi padre era
teniente carabinero, el de carabineros era un cuerpo que por su
organización tenía un carácter militar, pero no formaba parte del
ejército;estaba destinado principalmente a la persecución del
contrabando y también la vigilancia de la frontera y por eso es que
tenía unidades en esa ciudad de Algeciras.
Se decía en aquella
época, un poco en broma y un poco en serio, que la mitad de la
población eran contrabandistas y la otra mitad eran carabineros y,
pues, a mi padre le tocó estar en la parte de los carabineros.
En Algeciras, viví
prácticamente cinco años, de manera que salí de allí cuando tenía
seis o siete años de edad, por lo que guardo pocos recuerdos de mi
infancia en aquella época.
De allí, pasamos al
Escorial, una ciudad cercana a Madrid, donde estaba el cuartel
general de los carabineros, y poco después, como a los dos años,
pasamos a Málaga; tendría yo unos ocho o nueve años. En Málaga,
es de donde tengo varios recuerdos, porque allí es básicamente
donde me formé intelectual y políticamente.
Allí cursé parte
de mi educación primaria, precisamente en un colegio de jesuitas y
también el bachillerato. En Málaga tuve también mis primeras
inquietudes políticas.
En los años
inmediatamente posteriores a la proclamación de la república,
me conmovieron mucho ciertos acontecimientos, que ayudaron a despertar
mi inquietud política, entre ellos la sublevación de unos militares
jóvenes republicanos contra la dictadura de Miguel Primo de Rivera y
que fueron fusilados. Ese acontecimiento me impresionó mucho
políticamente.
También los
movimientos estudiantiles que precedieron a la república y que
contribuyeron de una manera muy decisiva a la caída de la dictadura
de Primo de Rivera.
¿Tú participaste?
No, fueron en
Madrid, en el ámbito de la universidad; yo apenas estaba en
primaria,comenzando el bachillerato en Málaga. Pero quiero decir que
tuvieron mucha repercusión en mí esos acontecimientos. Luego ya
vino la proclamación de la república y ya estaba con cierta
inclinación bajo los efectos de estos acontecimientos. Recuerdo
haber participado en los actos que tuvieron lugar el 14 de abril, de
júbilo y alegría inmensa por la proclamación de la república y en
ese entonces tenía yo 15 o 16 años, pues, ya empecé a tener una
cierta inclinación desde luego republicana.
La república, como
ya sabemos, fue recibida con una gran ansia, una gran
esperanza, pero la
república resultó una utopía que, al tocar tierra, se trataba de
una república liberal, burguesa, democrática, que inmediatamente se
encontró bajo el doble fuego de la derecha –a la que las reformas
tímidas de la república les parecían que iban demasiado lejos–
y, claro, los sectores m ás radicales, sobre todo del movimiento
obrero, que consideraba que las reformas iban demasiado lentas; por
esto, la república se vio, desde el primer momento, sujeta a un
fuego que le venía de ambas partes.
Entonces compartí
ese descontento, que comenzaba a manifestarse en la Juventud
Comunista y en los sectores más radicales. Digo que ingresé a la
Juventud Comunista; esto sería como en 1933, tendría 17 o 18 años.
¿Cómo ingresas a
la Juventud Comunista, cómo te enteraste, a través de quién?
Bueno, en cierto
modo, algunos miembros de la Juventud que estaban en el bachillerato
y que influyeron en mí para el ingreso a ésta, aparte de mi
conocimiento de la literatura, que me llegaba del partido y esto me
decidió a dar ese paso e ingresé en la Juventud Comunista.
¿Y tu familia lo
compartía?
No, no. Mi padre era
militar, teniente carabinero, era un hombre alejado de la política,
sin formación política. Con su atención concentrada en sus hijos,
en que sus hijos hicieran una buena carrera, que no corrieran
riesgos, que no tuvieran problemas y no apoyó esto. Pero tampoco
mantuvo una actitud hostil que me obstaculizara. Así que tuve
bastante actividad dentro de la organización.
En ese entonces, la
ciudad de Málaga era una ciudad muy politizada, con un movimiento
obrero muy radical; el partido era pequeño, creo que no llegaría ni
siquiera al centenar de militantes y la Juventud Comunista era una
agrupación más o menos de estas dimensiones, pero muy activos; la
Juventud era muy activa, sobre todo en la lucha practica, pero con
una actividad tal que apenas se distinguía de las juventudes
anarquistas, con las que teníamos bastante choque.
Había una rivalidad
de ver quién se manifestaba más activamente en la calle.
Recuerdo, por
ejemplo, que incluso militantes nuestros practicaban ciertas
actividades
violentas, bastante fuertes. Recuerdo una anécdota de un camarada de
la Juventud: estaba en una pastelería y de pronto llega este
camarada Metralla, que después murió en la guerra muy heroicamente,
y le digo, “¿qué vienes a hacer aquí?”, “espera un momento y
vas a ver” y sonó una explosión; acababa de poner una bomba.
En la célula donde
yo estaba, la célula de la Juventud, uno se llamaba el Químico,
porque le agradaban los manuales para fabricar explosivos. Otro se
llamaba el Dinamita y, por supuesto, la formación teórica era
prácticamente nula. Era tanto que a la Juventud se le llamó la
atención por el partido porque su conducta era más bien anarquista
que propiamente comunista.
En esa Juventud
Comunista me formé, pero en ese tiempo, todavía antes de la guerra,
terminé el bachillerato y pasé a Madrid el año antes de la guerra,
a estudiar la carrera de filosofía y letras. En Madrid, tuve
contacto con juventudes de otro tipo, más propiamente, digamos,
marxistas, en la línea propia de una organización comunista y tuve
mucho contacto con jóvenes escritores de la época; mi vocación era
entonces propiamente literaria. Conocí a Miguel Hernández, a Rafael
Alberti; en fin, tuve contacto con bastantes escritores jóvenes y,
al mismo tiempo, en Málaga, había fundado una revista con mi
cuñado, una revista de literatura, titulada Sur, de orientación
revolucionaria.
Como ves, los
jóvenes estábamos muy politizados y, aunque era demasiado pronto
para la lucha, sin embargo, lo manifestábamos ya con bastante
actividad.
Entonces, al
terminar el curso de la universidad, estoy hablando ya de 1936, volví
a Málaga, en los últimos días de julio y a los pocos días empezó
la guerra civil.
Bueno, pues todo el
mundo esperaba la sublevación, pero no se esperaba que tuviera el
alcance, la dimensión, que tuvo. Se esperaba que estaríamos frente
a un levantamiento militar del tipo de lo que ya era tradicional en
España y nos preparamos para hacer frente a la sublevación. La
Juventud Comunista ya estaba en un proceso de disolución para
unificarse con las juventudes socialistas, de lo cual salió la
Juventud Socialista Unificada (JSU); entonces, cuando empezó la
guerra civil, cuando el estallido tuvo lugar, ya prácticamente
estábamos en este proceso de unificación. Los días previos a la
guerra civil estuvimos ahí, movilizados, concentrados en los locales
de la Juventud, hasta que estalló la guerra el 18 de julio, como es
sabido.
El día 18 por la
tarde, estaba en casa descansando de las noches que habíamos estado
prácticamente en vela, a la espera de la sublevación y recuerdo
incluso el libro que estaba leyendo en la tarde, era la novela Tirano
Banderas y estaba en casa cuando sonaron unos disparos; salí y eran
unos soldados de Franco sublevados, que se dirigían hasta el
gobierno civil. Los seguí, eran engañosos porque iban dando vivas a
la república. La gente los aplaudía, pero de todas maneras era raro
aquello.
La gente se
preguntaba ¿por qué? Ellos decían que habían salido para ir al
puerto a hacer frente al desembarco que se esperaba; todo estaba
confuso. Pero cuando llegaron a la alameda, que era la calle
principal, al dirigirse al gobierno civil quedó claro que iban a
asaltar el gobierno civil donde estaba el gobierno local de la
república. Entonces, hubo allí un tiroteo tremendo y me encontré
con un camarada de la Juventud y acordamos dirigirnos al centro para
recibir instrucciones. Esa unidad militar no pudo tomar el gobierno
civil y al ver que no podían tomarlo se desorganizaron y
prácticamente en ese punto quedó la cosa resuelta. Ellos invitaron al cuartel de
carabineros, donde estaba mi padre, a que se sublevaran y el cuartel
de carabineros se quedó expectante y no se quisieron sumar a la
sublevación. Fui al local de la Juventud y nos quedamos esa noche
allí y entonces se nos dieron instrucciones de que fuéramos a una
plaza central, que era la Plaza de la Constitución, donde había un
grupo de militares sublevados con ametralladoras.
Fuimos allí los
grupos de la Juventud, pero, claro, no podíamos hacer frente a
aquellos soldados que estaban armados con ametralladoras. Decidimos,
entonces, decidieron los camaradas de la Juventud, prender fuego a
todos los edificios de la plaza que prácticamente habían sido
abandonados por los propietarios, por los inquilinos; no quedaban más
que los locales comerciales y los soldados. Al ver que ardían
aquellos edificios, abandonaron a los oficiales y los oficiales se
entregaron.
Allí quedó
aplastada la revuelta.
¿Ustedes tenían
alguna instrucción militar?
No, ninguna.
¿Tú tuviste
alguna?
Sí, bueno, allí
estuvimos en aquella plaza y no tuvimos ya que hacer frente porque
los soldados tiraron las armas cuando vieron las llamas que los
rodeaban. Entonces nos quedamos esa madrugada allí. Los incendios
siguieron. Se prendió fuego en la calle principal, en los comercios,
etcétera. Fue una cosa tremenda y así fue aplastada la sublevación
allí en Málaga. Pero estando allí, en la Plaza de la Constitución,
vemos que llega un grupo de barrenderos con su instrumentos de
limpieza y les decimos “están locos, ¿a dónde van ahora? ¿No
ven todo lo que está pasando?” y dicen “nosotros, pase lo que
pase, barremos”. El colmo del formalismo, “nosotros aunque
se hunda el mundo, barremos”. Así fue.
Bueno, pues así fue
en Málaga, los anarquistas jugaron un papel muy negativo,
oponiéndose a todo proceso de organización, de disciplina. Por
diferentes factores, no solamente éste, la desorganización interna,
la falta de ayuda del gobierno central, presidido entonces por los
socialistas, no mandaron los refuerzos, las armas que se pedían.
Total que Málaga
cayó a los 6 o 7 meses en manos de Franco y entonces, antes de que
las tropas llegaran, cuando estaba todo prácticamente perdido, pues
tuvo lugar el SOS famoso por la carretera de Almería, que era un
éxodo, una salida de casi mil personas que salieron de la capital,
por la carretera de Málaga-Almería, que es una carretera pegada al
mar, una carretera costera.
Entonces, se inició
el éxodo, que fue una experiencia terrible, porque hubo que recorrer
a pie, durante 4 o 5 días para llegar a Almería, mientras los
barcos de guerra disparaban a ras de tierra a la multitud, los
bombarderos también disparaban y los tanques, por otro lado,
perseguían a las últimas filas. Murió mucha gente; fue una cosa
verdaderamente terrible. Yo escribí un reportaje sobre eso, que se
publicó en la guerra misma, en la revista Hora de España. Así pude
llegar a Almería y encontrarme con mi hermano, que llegó después,
sin saber yo lo que había pasado; mi padre ya había perdido el
contacto con él, había ido al frente, lo habían movilizado
al frente en los
últimos momentos. Mi hermana y mi madre se quedaron en casa, pero no
supe nada de ellas. Llegué entonces a Almería y allí recibí
instrucciones de Carrillo, desde Valencia, del JSU, para que me
dirigiera a Valencia. Estuve allí una semana y entonces la comisión
ejecutiva me encargó que fuera a Madrid a hacerme cargo del
periódico central de la Juventud, el periódico Ahora. Allí estuve
prácticamente desde marzo de 1937 hasta septiembre u octubre de ese
mismo año, cuando decidí dejar la dirección e incorporarme al
frente, al frente de Aragón.
¿Cómo fue tu
experiencia en el periódico? ¿Qué era? ¿Qué papel jugaba el
periódico?
Yo tenía cierta
experiencia porque ya había dirigido el periódico de la JSU durante
la guerra en Málaga. Tenía alguna experiencia, que Carrillo
conocía, que consideró positiva y que lo llevó a darme este
encargo en Madrid.
El periódico tenía
ese título desde antes de la guerra. Ahora era uno de los mejores
periódicos de Madrid y, además, con una técnica que era la última
palabra, la técnica de hueco grabado, con muchas ilustraciones y
demás. La JSU confiscó el periódico y el edificio y pasó a
nuestras manos.
Dirigí el
periódico. Para mí eso era una responsabilidad muy alta, porque
prácticamente era
la forma de expresión de la comisión ejecutiva de la JSU. Por otro
lado, la comisión ejecutiva, cuando Madrid estuvo a punto de caer en
manos de Franco, se había trasladado con el gobierno a Valencia; de
manera que cada noche hablaba por teléfono con Carrillo o con algún
dirigente, para perfilar el editorial, de acuerdo con el artículo de
fondo, de acuerdo con la situación, pero algunas veces la
comunicación no era posible y tenía que decidir por mi propia
cuenta el punto de vista del JSU sobre algún problema militar o
político que se planteaba.
El periódico estaba
en una calle que se llama Cuesta de la Reina; es una calle que está
entre el palacio real y la ciudad universitaria; Cuesta de San
Vicente se llama ahora. Entonces el edificio estaba prácticamente en
la mitad de esta calle, de forma que había una artillería nuestra
en el palacio real y otra artillería en la ciudad universitaria y
nosotros estábamos en el centro; así que yo me acostumbré a
escribir bajo el impacto de los cañones.
¿Esa es tu primera
experiencia como escritor?
Sí, yo tenía que
escribir el editorial de cada día y algún suelto además.
¿Habías ya escrito
algo de poesía?
Sí, ya había
escrito un libro de poesía, poco antes de la guerra, y que se
publicó justamente poco antes de la guerra en Morelia, Michoacán.
Se llamó El pulso ardiendo y ya tenía cierta coloración. Además,
tuve ahí una experiencia periodística, en esa circunstancia.
Fue por eso, por mi
estancia en Madrid, que asistí al Congreso Internacional de
Escritores Antifascistas, en el que tuve la gran oportunidad de
conocer, de estrechar la mano, de grandes figuras literarias de la
época, como Marró, como Ehrenburg, como Tristán Tzara y los
americanos Carpentier y Marinello (de Cuba), Octavio Paz, que no era
una figura entonces, pero empezaba. Grandes figuras, fue un hecho
también que me impresionó mucho.
Eso te contactó
también con gente que tratarías después aquí en México.
Claro, todos los
mexicanos, en España, conocí durante la guerra a Juan de la Cabada.
Tuve ocasión de conocer también a Siqueiros, Revueltas, Octavio Paz
y a su mujer. Son los primeros amigos que traté aquí; obviamente,
cuando llegue aquí fueron los primeros con los que tuve contacto.
Cuéntanos tu
experiencia en el frente.
Bueno, en el frente
fui primero a una unidad militar que era una unidad legendaria,
porque era una unidad de choque, unidad que mandaba Enrique Líster,
militante del partido, y su comisario político era Santiago Álvarez.
En esa época, cuando me incorporé a ella, era una unidad famosa por
su papel en la defensa de Madrid. Era una unidad de choque que iba
donde quiera que el frente lo exigía. Entonces allí estuve, estuve
con ellos en la batalla de Teruel, de la cual guardo recuerdos
inolvidables, entre otras circunstancias porque se desarrolló en
unas condiciones climáticas terribles, a 22 grados bajo cero, esa
temperatura a la intemperie es algo terrible, espantoso.
Entonces, participé en esa batalla.
Mi participación en
esa unidad militar era hacerme cargo, como comisario político de la
sección, de lo que luego se vino a llamar la guerra psicológica:
las publicaciones de la unidad militar, los manifiestos de nuestros
soldados, la propaganda en el frente, a través de altavoces, las
conversaciones con prisioneros.
Líster y Santiago
Álvarez se hicieron cargo del mando militar y el mando de comisarios
del V cuerpo del ejército, y con ellos pasé también al V cuerpo
del ejército, con las mismas actividades, pero ya en una unidad
mayor, porque el cuerpo tendría entre 60 y 70 mil hombres. Fue
famoso el V regimiento… V cuerpo, el V regimiento fue en Madrid,
fue la primera unidad militar organizada, promovida, por el Partido
Comunista, cuando en aquella época la gente no tenía idea y la
guerra se pretendía hacer con voluntarios, con milicianos sin
preparación militar alguna; entonces, el V regimiento fue el primero
que tuvo la visión correcta de un ejército militar, profesional,
preparado, que había que hacerle frente con otro ejército también. Las
unidades voluntarias de milicianos, que el partido organizaba, fueron
fundidas y con ellas se constituyó el V regimiento, que fue,
digamos, el pilar del ejército republicano.
Cuando yo me
incorporé, estábamos prácticamente con un ejército, con sus
planes, su estado mayor, que no era cosa fácil, porque, por ejemplo,
los anarquistas se oponían a la organización del ejército. Ellos
creían que teníamos que luchar con milicia espontánea y además
sin grado militar, con una disciplina relativa, porque todo tenía
que discutirse en asambleas, lo cual verdaderamente resultaba
absurdo; en la unidad militar, se discutía si se tenía que atacar
al enemigo a las 3 de la mañana o no y, cuando se atacaba, el
enemigo ya estaba perfectamente informado. No se puede hacer la
guerra como se hace una asamblea política.
El partido tuvo que
luchar en contra de esa mentalidad para constituir un ejército que
al final se organizó y es un hecho reconocido que las unidades
militares más importantes que jugaron un papel más decisivo eran,
justamente, las unidades que estaban encabezadas por comunistas, como
Líster, Campesino, etcétera.
En general, había
un gran enfrentamiento entre el partido y los anarquistas, los
xenetistas, porque la visión de la guerra era completamente
contradictoria. Claro, la visión del partido –con todos los
errores y todos los defectos que se pueden señalar– me sigue
pareciendo correcta. La visión del partido era que, frente a un
ejército, fascista y profesional organizado, lo importante era
hacerle frente; la primera tarea era ganar la guerra, era hacer la
guerra, eso era una verdad. Los anarquistas, en cambio, decían que
lo primero era hacer una revolución, pero, bueno, si perdemos la
guerra para donde va la revolución. Mientras los comunistas peleaban
en unidades importantes en el frente, ellos no tenían unidades
militares; su actividad principal estaba en la retaguardia. Entonces,
mientras los comunistas luchaban, sobre todo, en el frente, los
anarquistas se dedicaban a estar en la retaguardia haciendo la
revolución, a confiscar a pequeños propietarios, apoderarse de las
cooperativas, de los pequeños campesinos. Esa fue la situación en
la guerra. Yo estuve todo el tiempo en la 11 división, primero, y
después en el V cuerpo, hasta que pasamos la frontera hacia Francia,
con grandes problemas, un 9 de febrero de 1939.
Esta actividad del
partido, de los comunistas en medio de la guerra, ¿cómo la evalúas
en tu actividad posterior?
Bueno, la considero
positiva, muy positiva, la visión y la actuación del partido en la
guerra, sobre todo, el aspecto que era fundamentalmente decisivo, el
aspecto militar. En ese aspecto, yo considero positiva la posición
del partido. Claro, ya retrospectivamente hay cosas que no veo tan
positivamente, en primer lugar porque no estaba informado de ellas.
Claro que nuestro partido, en aquella época, como todos los partidos
comunistas, en definitiva, era un apéndice del partido comunista
soviético; eso es innegable, eso hemos tardado en saberlo y en
reconocerlo y, claro, el partido en nuestra guerra se manifestaba
como tal, como apéndice del partido soviético; por ejemplo, no está
clara la represión de que fueron objeto ciertos elementos; considero
que era completamente errónea la posición del PUM: trotskistas y
semitrotskistas fueron perseguidos, pero fueron perseguidos más bien
por unidades y destacamentos vinculados principalmente con los
servicios soviéticos; entonces, evidentemente hubo prácticas
represivas de las que nuestro partido no fue protagonista, pero las
compartió o por lo menos no las denunció.
¿Tuvo conocimiento
el partido de esas prácticas?
No sé, supongo que
sí; si el partido manejaba todo el aparato militar, tenía su propio
aparato de información, de espionaje, no creo que aquello pudiera
hacerse al margen del partido.
En tu participación
en la guerra, viste la presencia de los soviéticos.
Sí, por ejemplo, en
la unidad militar en la que estaba con Líster, en la 11 división,
había un consejero militar soviético, con el que tuve ocasión de
hablar, sobre todo con su intérprete que, por supuesto, hablaba muy
bien el español y, en fin, me parecía que era una aportación muy
generosa que estuviera ahí ofreciendo su conocimiento. Pero
realmente, a diferencia de lo que dicen en otros espacios, en esa
unidad militar, la voz decisiva era la de Líster con soviético o
sin soviético; de manera que el papel de ellos era relativo. Es
claro que nosotros teníamos una actitud de mucho entusiasmo con los
soviéticos, porque los tanques eran soviéticos, los cañones eran
soviéticos; había consejeros, pilotos, que en gran parte eran
soviéticos. Nosotros teníamos un gran agradecimiento y
reconocimiento a lo que los soviéticos aportaban.
Esto,
independientemente de lo que después hemos sabido, de que en
definitiva Stalin jugaba sus cartas a favor de su propia política;
por ejemplo, de esa ayuda soviética que nosotros tanto aplaudíamos,
reconocíamos y agradecíamos, hoy sabemos que los soviéticos
cobraron hasta el último disparo. Todo lo que ellos dieron a la
república lo cobraron en oro. No fue una ayuda tan desprendida y tan
generosa, independientemente de que políticamente les convenía,
pues los soviéticos necesitaban hacer frente al fascismo en España,
que era un apéndice del nazismo y, por
tanto, peligraban sus intereses con la guerra de España.
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